Mes de la Mujer | Daniela Núnez | Dev Manager
Creamos una sección de entrevistas por el Mes de la Mujer para visualizar historias de mujeres que hoy lideran en Acid Labs para inspirarte. Te invitamos durante este mes, a estar atenta a nuestras redes sociales y blog ya que conocerás experiencias que te van a motivar.
¡Hoy te presentamos a Daniela Núñez!
Estudió Ingeniería Civil de Industrias mención ingeniería en computación en la Pontificia Universidad Católica de Chile entre los años 2008 y 2013. Entre el 2014 y 2016 cursó el Magíster en Ciencias de la Ingeniería de la misma universidad, del cual se graduó con distinción máxima. Su experiencia está principalmente ligada al desarrollo de aplicaciones web y el trabajo interdisciplinario a la hora de construir software.
Actualmente es Dev Manager de nuestro equipo y hace más de 6 años trabaja con nosotros.
Nos cuenta su experiencia como Programadora:
Para mí ser programadora es más que una profesión, es parte de quién soy, incluso antes de haber escrito una línea de código en mi vida. La forma de pensar y abordar los problemas buscando un algoritmo, siempre querer saber cómo funcionan las cosas, querer crear soluciones o inventos, buscar cómo modificar el funcionamiento de algo para que sea más eficiente, son cosas que «traigo de fábrica», así que la programación fue un calce muy natural a la hora de elegir una carrera.
Por otra parte, cuando sí estoy frente al computador escribiendo código propiamente tal, es muy satisfactorio, no solo porque esté muy cerca de mi esencia, sino porque todos los días te encuentras con algún desafío para resolver y, cuando llegas a ese momento de «ya, funciona», la sensación de “logro desbloqueado” es genial.
Algo que también me encanta de la programación es que es muy lógica, lo que significa que eventualmente te encuentras con la respuesta correcta. O sea, si existen varias opciones, vas a tener un criterio para comparar objetivamente, o bien, si te encuentras con una paradoja, sabes que lo más probable es que te falta considerar alguna variable que te va a despejar la contradicción. Eso hace que sea un ejercicio intelectual desafiante, pero que también trae mucha paz mental.
¿Qué es lo que más te gusta de liderar? ¿Cuáles fueron los mayores desafíos que viviste?
Lo que más me gusta de liderar es tener no solo voz, sino también voto, con el propósito de aportar mi grano de arena al bienestar de las personas a mi alrededor y al mío propio. Dicho de otra forma, lo que me gusta de liderar son dos cosas: primero, tener la oportunidad de, no solo identificar circunstancias que no son óptimas, sino también poder ejercer algún tipo de influencia para que esto evolucione y, segundo, ser no solo testigo, sino también facilitadora del crecimiento personal y profesional de las personas a mi cargo y de la organización en la que participó.
De los mayores desafíos, creo que, aparte de los que son normales para cualquier persona que se embarca en esto, lo más difícil ha sido poder encontrar y valorar mi propio estilo de liderazgo en un mundo en el que eres una excentricidad. Por ejemplo, si tú pides a alguien que se imagine a una persona que es líder o que está en posición de autoridad, lo más probable es que piensen directamente en un hombre. Lo mismo si te digo las palabras “presidente”, “general” o “cónsul” que, técnicamente, son títulos neutros respecto al género, pero aún así los asociamos directamente a los varones.
Esto ocurre porque las mujeres líderes todavía somos una anomalía estadística. Así que, a la hora de buscar referentes, lo disponible para mí eran compañeros, profesores, mentores o famosos, en su mayoría, hombres. He de decir que he aprendido mucho de todos ellos y agradezco su influencia positiva en mí, solo que, por motivos obvios, nunca pude llegar al punto de identificarme plenamente con ellos y decir “me gustaría ser así”. Creo que todos los seres humanos necesitamos no solo a quien admirar, sino también alguien a quien aspirar a parecerse. Cuando eres mujer en posición de liderazgo o autoridad, sueles obtener lo primero en los hombres buenos y capaces que te rodean, pero no lo segundo, porque probablemente eres la única, la primera o parte de una escasa minoría femenina.
Otra cara de la misma moneda es que, cuando emerge un estilo de liderazgo más clásicamente asociado con “cosas que hacen las mujeres”, este no siempre se valora y se trata de “corregir”. Una vez, por ejemplo, en un feedback sobre mi liderazgo de un equipo en la universidad me dijeron, textualmente: “Dani, debieras ‘golpear más la mesa’ para que respeten las instrucciones que das”. Lo de golpear la mesa me causó mucha gracia porque yo no soy, ni por asomo, así, por eso lo recuerdo tanto, pero es la muestra de una presión constante y no siempre así explícita, por lo que también es difícil identificarla. También me han dicho que soy “demasiado simpática” para la autoridad que tengo investida. Entiendo que esos comentarios no fueron malintencionados, pero creo que visibilizan que nuestra cultura está acostumbrada al estilo de liderazgo más masculino, desde la fuerza, desde la exigencia en vez de las motivaciones, y por eso, cuando uso las habilidades de liderazgo que podrían considerarse de mi “repertorio femenino” genera extrañeza y tengo que salir a validarme. ¡Y ojalá fuera solo tener que validarme frente al resto! En cambio, muchas veces tengo que hacerlo también delante del espejo y estarme recordando, constantemente, que, aunque mi estilo de liderazgo escapa a lo estadísticamente normal, es parte de quien soy y es valioso.O, como decimos los computines, “it’s not a bug, it’s a feature”.
¿Qué recomendaciones les darías a otras mujeres interesadas en trabajar en empresas de tecnología?
El primero en el que pienso es en “formar relaciones”. Quizás lo políticamente correcto sería decir “formar redes”, pero esa frase no termina de capturar todo el sentido de lo que quiero decir. Me refiero a que las cartas que nos ha barajado el mundo son malas: tenemos pocas referentes de nuestro propio género, la sociedad espera que tengamos dos trabajos (la profesión y el cuidado del hogar), se nos juzga mucho por nuestra apariencia en vez de por nuestras habilidades, lo masculino es la norma y lo femenino la excepción, en tecnología somos numéricamente pocas y podría seguir. Ante ese escenario, lo peor que puedes hacer es ser una loba solitaria. Cultiva amistades con la gente que te toque trabajar, independiente de su género o posición jerárquica dentro de la organización. Aparte de lo hermoso que es pertenecer a una “tribu”, ten por seguro que el día que tus habilidades profesionales sean insuficientes para contrarrestar las cartas malas e injustas que tienes por ser mujer, tu tribu te lanzará un comodín y saldrás jugando. Es más, llegará el día en que estés en posición de ser tú la que ayude y potencie a otros.
Lo segundo, creo que también es importante ser fiel a una misma y no apagar el propio estilo de trabajo solo porque, probablemente, sea distinto al de la mayoría. Si llegas a un equipo donde hay solo hombres, en el mejor de los casos te considerarán una excentricidad, lo que es esperable, porque no están acostumbrados, pero no caigas en la tentación de “normalizarte” y volverte otro más del grupo (nótese que dije “otro” y no “otra”). Recuerda que, si por ser femenina eres “el bicho raro”, es solo un tema de estadística, costumbre y percepción, no de que el valor intrínseco de tu forma de ser sea menor. Es más, justamente porque seas un elemento con marcadas diferencias, es altamente probable que complementes al grupo y entre todos alcancen progresos y logros que solo son posibles en equipos mixtos.
Para cerrar, creo que es importante que, asumamos que tendremos dificultades que solo se explican por nuestro género. Pero digo esto no para amargarnos ni conformarnos, sino porque, si sabes a qué te enfrentas, te puedes equipar y perseguir tu vocación en tecnología sin que la brecha de género te amedrente. Si pueden, lean y estudien sobre este tema (puedo recomendar dos libros que leí recientemente: “Liderar desde lo femenino” de Tatiana Camps y “Buried Talents: Overcoming Gendered Socialization to Answer God’s Call” de Susan Harris Howell) y busquen herramientas para navegar estas aguas torrentosas, ya que es ingenuo pensar que no nos encontraremos con problemáticas como el mansplaining, bropropriating (hay muchos hombres que hacen estas dos sin saberlo y, por ende, sin mala intención, sino porque así lo aprendieron y nadie los ha corregido), o en casos más terribles, misoginia incluso, y eso sumado a todo el peso cultural de años, décadas, siglos y milenios de androcentrismo. En este recorrido, probablemente te indignes, de hecho, espero que así sea, pero hazlo con esperanza. Queda mucho camino por recorrer y muchas injusticias que rectificar, pero también es cierto que hay muchos hitos conquistados y muchas injusticias que ya fueron rectificadas. Peleemos por cambiar lo que no está bien y aportar nuestro granito de arena en abrir campo para las mujeres que vendrán en el futuro, pero no perdamos nuestra alma en el proceso, sino que hagámoslo mientras disfrutamos de trabajar en el rubro que tanto nos apasiona y sabiendo que aunque, el cambio es difícil, es posible.
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